La AP-7, a su paso por Tarragona. La circulación de vehículos pesados en el tramo Tarragona-Barcelona subió un 4,8% en 2014, después de seis años de retrocesos. Foto: Lluís Milián |
El tráfico en las autopistas de peaje tarraconenses empieza a remontar después de haber tocado fondo. Como otros indicadores económicos, la circulación por vías de pago en la provincia mostró tímidos signos de recuperación durante el año pasado, de forma que 2014 puede verse como un punto de inflexión: en algunos tramos, después de seis años de descensos pronunciados, el número de vehículos ha vuelto a subir. Se trata de una inercia que, según algunas voces, puede verse como otra señal más de la recuperación económica.
Esa mayor afluencia de vehículos es el reflejo de la ‘resurrección’, lenta y cautelosa, del sector del transporte en la demarcación. «Hay un indicador clave, que es el aumento del consumo de carburante, y en concreto del combustible profesional como el gasoil. Aunque sea poca subida, hay un ligero repunte, un punto de inflexión. Ese aumento de consumo de carburante se nota en el incremento de tráfico en todas las vías, incluidas las autopistas», valora Josep Lluís Aymat, director general de la Federació d’Autotransport de Tarragona.
El transporte por carretera se ha convertido en un certero termómetro de la actividad económica. «Es un indicador avanzado. También nosotros notamos la llegada de la crisis antes que otros. En el último trimestre de 2007 ya me decían algunos empresarios que la cosa no funcionaba. Si una empresa cierra o no recibe tantos encargos como antes, eso se nota en el transporte inmediatamente, al día siguiente. Las tendencias en la industria o el comercio se trasladan rápido al transporte», añade Aymat.
«Poco a poco empieza a mejorar la situación. Eso se ve, por ejemplo, en los dos grandes motores de la economía local, como son el Port y la química. Habrá una parte de transporte que costará reactivar si la construcción no mejora, pero en líneas generales las sensaciones empiezan a ser positivas», explica Josep Maria Andreu, responsable de la firma tarraconense Transportes Prats. Quizás la evolución más ilustrativa está en el tramo de la AP-7 entre Tarragona y Barcelona, empleado tanto por profesionales del transporte como por turismos. La vía de pago por excelencia de la provincia registró en 2014 un incremento en su tráfico de un 2,1%, rompiendo una dinámica de seis años de retrocesos desde que en 2008, con la crisis haciendo estragos, comenzaran las bajadas. El año pasado la intensidad media diaria fue de 46.888 vehículos, 977 más que en 2013 (45.911). Entre AP-7 y C-32, unos 1.350 vehículos más al día van desde Tarragona a Barcelona.
Ese 2,1% refleja un crecimiento similar al que tuvo lugar en algunos de los años previos a la crisis, como 2005 o 2004. Atrás quedan tiempos funestos en los que el tráfico registró descensos anuales de entre el 6 y el 8%. El punto álgido de tráfico llegó en 2007, justo antes del gran batacazo, cuando por la autopista que enlaza Tarragona con Barcelona llegaban a circular diariamente 66.217, unos 20.000 vehículos más que ahora. Pese a la incipiente recuperación, la cifra es exigua, y salvo 2013, hay que ‘viajar’ hasta 1997 para ver registros más bajos.
El aumento en los 100 kilómetros de la AP-7 de Tarragona a Barcelona es más marcado en lo que atañe a la circulación de vehículos pesados (camiones y autocares), cuyo tráfico aumentó un 4,8%, después de que registrara números positivos durante todos los meses del año pasado. Se pasó de 8.064 vehículos de esa tipología, de media diaria en 2013, a los 8.450 del año pasado. Especialmente icónico fue diciembre pasado, cuando tuvo lugar un aumento de un 11,8% en relación al mismo mes del año anterior. Parte del sector del taxi, habitual de carreteras y autopistas, también ha percibido el cambio. «Parece que en la circulación esté mejorando algo la situación. Hay un pequeño movimiento en positivo. Aquí, en el sector del taxi notamos poco, pero parece que haya momentos concretos en que el negocio empieza a subir, pero de manera muy tímida», indica Joaquim Olivé, presidente provincial del gremio. Olivé es optimista: «Los movimientos del combustible también han ayudado. Llevamos tiempo esperando esto, se hace pesada esta espera y de ahí que veamos signos de esperanza. Hay que ser positivos».
La ligera progresión se nota también en los otros tramos de autopistas que transitan por territorio tarraconense. En el tramo de AP-7 que va de Tarragona a Valencia (y que discurre por Salou, Cambrils, L’Hospitalet de l’Infant, L’Ametlla, L’Ampolla o Tortosa) también ha habido un incremento, en concreto de un 1,7% más de vehículos, hasta una intensidad media diaria de 15.797. También supone un cambio de tendencia, donde 2007 marcó un punto de inflexión, ya que comenzaron las bajadas (con, eso sí, un breve paréntesis en 2010, cuando se creció un 1,9%). Los vehículos pesados subieron un 9,5%, dejando atrás años de una evolución negativa que alcanzó incluso el 22%. Este tramo de vía ha llegado a perder unos 10.000 vehículos diarios en los últimos siete años.
Por la provincia también pasa parte de la AP-2, que une Zaragoza con Tarragona y Barcelona y transita por la Conca de Barberà o el Alt Camp. La dinámica en esta vía es similar. Con un incremento de un 3,2% de intensidad media diaria, 2014 puso fin a seis años de desalojo constante del asfalto por parte de vehículos. El tramo ganó 300 vehículos más al día durante el año pasado. Por otra parte, los vehículos pesados aumentaron su circulación un 22% en 2014, con la salvedad de que este indicador, excepcionalmente, ya había crecido en 2013, aunque únicamente un 4,6%. Previamente, el dato había sufrido descensos importantes, que habían alcanzado incluso el 21%.
En este 2015 los peajes quedaron congelados por primera vez en cinco años. Sin embargo, atrás queda aproximadamente un lustro en el que el precio de las autopistas no ha dejado de subir, a pesar de la pérdida de poder adquisitivo de los usuarios y del descenso de tráfico en estos corredores de pago. Desde 2008, los precios de los peajes se incrementaron un 32%, un porcentaje similar a la bajada de afluencia padecida en estos años por estas infraestructuras. Algunos ejemplos dan fe de esa deriva. Si el precio del peaje en la AP-7, en el tramo de Tarragona a Barcelona, era de 6,10 euros en 2008, en 2012 había aumentado a los 9,05 euros. De esa forma, el coste se ha encarecido el triple de lo que ha subido el Índice de Precios al Consumo (IPC). Por su parte, la C-32, que parte desde El Vendrell y transita por toda la costa, se incrementó un 22%, al pasar de los 7,98 a los 10,26 euros. Especialmente contundente fue la subida padecida por los usuarios en 2012. En julio las tarifas se incrementaron un 7,5% después de que el Estado retirara una subvención a las concesionarias establecida desde 1999. La reacción de las adjudicatarias de las autopistas fue subir los precios para compensar la retirada de esa subvención. En septiembre de ese mismo año, los peajes volvieron a aumentar, esta vez a consecuencia de la subida del IVA. Con la llegada del año nuevo, el coste subió un 2,4% más. El resultado fue que, sólo en seis meses, el desembolso para el bolsillo de los usuarios se incrementó un 13%.
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