Si alguien conoce de primera mano las carreteras riojanas ese es Santiago Gutiérrez, presidente de la Asociación de Transportistas Discrecionales de La Rioja (Atradis) de la Federación de Empresarios. Y cuando, en calidad de representante del gremio del volante, se le pregunta por un tramo complicado de La Rioja no tiene dudas. «El que conecta Briones con Haro es cierto que es muy peligroso. Es una zona con muchos cruces», argumenta. Una sensación que, en cualquier caso, traslada al conjunto de la 232: «Entre Haro y Alfaro, al ser una vía de doble sentido, existe mayor riesgo de accidentes. Adelantamientos, choques frontales... Si fuera una autovía, pues muchísimo mejor».
Pero no es el caso. De hecho La Rioja es una de las regiones con menor volumen de kilómetros de autovía. «Somos una región pequeña, pero de paso. Eso hace que exista mucho tráfico y que el deterioro de la carretera sea grande». Por eso Gutiérrez entiende que es fundamental invertir en el mantenimiento ya que «es un ahorro a largo plazo. En caso contrario, en siete años tienes que hacer una carretera nueva. Además es una inversión ya que la carretera genera muchos ingresos a través de impuestos. Es algo que merece la pena tener en condiciones», apunta. «En La Rioja todo el tráfico se concentra entre Alfaro y Haro y Logroño y Soria», recuerda.
Pero junto al mantenimiento, Gutiérrez también señala el doble carril. Todo contribuye a minimizar el riesgo de accidente. El caso más llamativo es el de la autovía entre Logroño y Pamplona. «Cuántos accidentes había antes y cuántos hay ahora. Todo contribuye. Pasa lo mismo con la Autovía del Camino, que según se van abriendo tramos mejora la seguridad». Entre esas mejoras, Gutiérrez también destaca el túnel de Piqueras y «lo seguro que es ahora. Es muy rentable porque lo que no se puede valorar es cuánto cuesta una vida».
¿Cómo ganarían en seguridad las carreteras de La Rioja? En parte, con la liberalización de la autopista. «Sería muy interesante ya que es una vía que ahora está infrautilizada. Estamos en una economía de guerra y no se va mucho por la autopista», dice Gutiérrez, que recuerda la imagen de la 232 convertida en «una procesión de camiones».
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