Parque londinense - ABC |
Tras su fachada verde, Londres es una de las ciudades más contaminadas de planeta. Calles como la milla de oro comercial de Oxford Street baten records de dióxido de carbono (CO2), con una media de 135 miligramos de CO2 por metro cúbico de aire, el triple del tope de seguridad de la UE. Pero se han encontrado picos de 463 miligramos, lo cual supondría un récord de contaminación por tráfico.
El 40% de la contaminación procede de los vehículos diésel, estelarmente de los simbólicos buses rojos de dos pisos (por la ciudad circulan más de 20.000 autobuses). Según el King’s College, cada año mueren 9.400 personas en Londres por la contaminación del NO2 y de la partícula PM2.5. La polución la generan el tráfico de la ciudad, el aire industrial sucio que llega del continente y el trasiego constante de aviones.
La alcaldía propone actualizar la flota de autobuses y una Zona de Emisiones Ultra Bajas en 2020. En 2003, el excelente alcalde laborista Ken Livingstoneinstauró una «tasa de congestión», con un peaje de 5 libras al día por entrar a circular al centro, a fin de reducir contaminación y atascos. Hoy el peaje es de 11,5 libras al día. Se paga previamente a entrar, normalmente vía web o teléfono. Un enjambre de cámaras costosísimo graba a los coches y cuando se detecta que un vehículo no ha pagado se aplica una multa de 100 libras. En un primer momento la circulación cayó un 60%. Pero luego el tráfico volvió y hoy se estima que la reducción es del 15%. La contaminación no se ha arreglado. La mayor bonanza es para Transporte de Londres, que ha convertido las multas en una copiosa fuente de ingresos.
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