Vista de la R-2. (EFE) |
La deuda total financiera de las ocho sociedades concesionarias que hace ya tiempo presentaron suspensión de pagos suma cerca de 3.800 millones de euros, de los que dos tercios corresponden a bancos nacionales y un tercio a entidades de crédito extranjeras. Aparte figuran 470 millones que deuda comercial que demandan las principales constructoras del país por obras pendientes de cobro más otros 1.200 millones por expropiaciones. En total, cerca de 5.500 millones que constituyen una espada de Damocles para el erario público, dada la obligación de pago que recae sobre el Estado por la denominada responsabilidad patrimonial de la Administración (RPA).
El Gobierno ha desplegado una estrategia para ganar tiempo al tiempo y evitar que este 'agujero’ fiscal añada otras décimas de propina al desbocado déficit público. El Ministerio de Hacienda ha descartado finalmente la posibilidad de dejar caer las concesionarias con todas las consecuencias y ha coordinado una actuación claramente defensiva con el Ministerio de Fomento para que la Abogacía del Estado salga al quite de cualquier procedimiento jurídico que certifique la defunción por insolvencia de estas empresas. De momento, el juzgado mercantil número 2 de Madrid ha dictado la liquidación en los casos de la AP 36 de Ocaña a La Roda y en la M-12 de acceso al Aeropuerto de Barajas.
Ambos autos han sido recurridos ante la Audiencia Provincial de Madrid, cuya resolución final no se espera hasta el mes de octubre. En otras palabras, el‘petardazo’ de las autopistas de peaje estallará en las manos del futuro Gobierno, que previsiblemente saldrá de las eventuales elecciones del 26 de junio. A partir del próximo otoño, los nuevos responsables del Ministerio de Fomento tendrán que verse las caras con los dueños de las concesionarias, que en buena parte no serán los mismos porque para esa fecha es muy previsible que la mayoría de los grandes bancos hayan salido por piernas del sector tras dar el ‘pase’ a sus respectivas posiciones acreedoras.
La situación que se plantea no deja de tener su triste paradoja. Baste recordar que la propuesta definitiva formulada en su día por la ministra Ana Pastor para culminar el rescate de las autopistas ofrecía a los bancos la adquisición de la deuda por parte del Estado con una quita nominal del 50%. Las condiciones del pago establecidas a instancias del ministro Cristóbal Montoro incorporaban, eso sí, una letra pequeña que terminó por dar al traste con cualquier posibilidad de acuerdo, ya que Hacienda difería el reembolso de la deuda con un pagaré a 30 años y un interés del 1%.
La ministra de Fomento, Ana Pastor. (EFE) |
En la España de la incertidumbre galopante, es mucho más preferible pájaro en mano que ciento volando, pero lo cierto es que un 20% aproximadamente de la deuda de las autopistas ha cambiado de propietario en los últimos meses. Los compradores están adquiriendo un pleito porque son conscientes de que a la vuelta de unos meses podrán apretar las clavijas al Gobierno con la garantía de hacer un interesante negocio, a poco que el futuro responsable institucional del sector se atreva a desempolvar la misma oferta de rescate que fue rechazada por los bancos hace dos años. Todo dependerá del margen fiscal que tenga entonces Hacienda para cumplir sus compromisos con la Unión Europea y de la capacidad jurídica del Estado para seguir dilatando la solución del conflicto en los tribunales.
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