Abertis ha adquirido dos autopistas de peaje en Italia por un valor aproximado de 600 millones de euros. Mientras los directivos de Abertis estaban reunidos con sus homólogos transalpinos, cientos o miles de conductores españoles pasaban por caja para que la dichosa barrera del peaje se levantase y así poder llegar a sus respectivos destinos. Yo soy un valenciano afincado en Barcelona, y el otro día disfruté del puente de la segunda Pascua como otros tantos trabajadores catalanes. Y, al igual que ellos, el lunes por la tarde también tuve que padecer las interminables colas y las pesadas retenciones en la autopista cuando volvía a mi ciudad de residencia y lugar de trabajo.
En una de mis tantas paradas para tirar de tarjeta y ver cómo se iban esfumando los ahorros para que Abertis, con mi ayuda y la de otros miles de conductores, pudiera hacer frente a sus compras en tierras italianas, me fijé en el nombre de la compañía. Quería saber cómo se llamaba el responsable de la estafa. Porque, a pesar de que la autopista no disponía de sus tres carriles, por estar en obras uno de ellos, el precio del importe a pagar no se vio reducido en un tercio, tal como le había ocurrido al asfalto. Y, a pesar de que este hecho provocó que muchos conductores sufriéramos una tediosa espera, tuvimos que rascarnos el bolsillo para beneficio de la concesionaria.
Espero que los presidentes Puig y Puigdemont se acuerden de los pobres usuarios que, como yo, hace años que esperan que se les conceda un único deseo: que desaparezcan los peajes que lastran las autopistas que unen nuestras dos regiones.
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