La argumentación realizada por Peter Achten y Victor Timmers en un sorprendente estudio publicado por la Universidad de Edimburgo en la revista científica Atmospheric Environment no es nueva. Anteriormente, otro estudio llevado a cabo con tráfico real en un túnel de una autopista británica, y publicado por la Universidad de Hertfordshire, ya concluyó que sólo una tercera parte de las partículas contaminantes registradas en este entono cerrado procedían de los motores impulsados por derivados de petróleo. Y en esto mismo incide ahora este nuevo estudio escocés.
El estudio de la Universidad de Edimburgo asegura que apenas un tercio de la contaminación que genera un coche en cuanto a partículas en suspensión procede, en realidad, del tubo de escape. Según la publicación, de todas las emisiones de este tipo de partículas que se generan en calles y carreteras, entre un 80 y un 90 por ciento no proceden del motor del vehículo. En realidad aseguran que salen de la superficie de las ruedas, de los sistemas de frenado y del contacto del coche con la carretera. Y son emisiones de partículas tóxicas supuestamente relacionadas directamente con enfermedades cardiovasculares.
Los científicos de la universidad escocesa confirman que el problema que plantean hoy estos coches eléctricos e híbridos enchufables es que, de media, pesan hasta un 24 por ciento más que los modelos con motores convencionales. Y ese extra de peso aseguran que termina produciendo un mayor desgaste de neumáticos y frenos. Según su estudio, un Volkswagen Golf, por ejemplo, pesa un 16 por ciento más en su versión ecológica que en una Diesel, algo que las mediciones de nuestro Centro Técnico también confirma: mientras un VW Golf GTE nos ha pesado 1.581 kg, un Golf TDI cifra 1.318 kg.
Según la Universidad de Edimburgo, a más masa este tipo de vehículos debe utilizar los frenos con más intensidad para detener el coche, además de gastar más neumático. El resultado es más partículas en suspensión derivadas de frenos, gomas, asfalto, etc. “Podemos concluir que la creciente popularidad de los coches eléctricos no tendrá seguramente un gran impacto en la reducción de niveles de partículas en suspensión”, asegura el estudio. Estos coches “sí reducen la cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero son inútiles para evitar la contaminación tóxica para los seres humanos”. La Universidad de Edimburgo reclama ahora una legislación específica que no sólo limite las emisiones de los motores, sino que calibre también las que provocan en su conjunto los coches.
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