Si hay un eslogan adecuado para definir un país, este es el que dice «España es diferente». Por esta cualidad, España acumula récords aparentemente contradictorios; por ejemplo, junto con el de los salarios más bajos de la Europa tradicional, el de ser el país con más kilómetros de autopista. Estos dos récords se condicionan mutuamente. Por eso somos también el país con más autopistas en quiebra. No es el caso de la AP-9, pero por el camino que va (subir los peajes mientras baja el tráfico), quizás sea lo que le espera.
En 1990, España contaba con 4.700 kilómetros de autopistas. Entre los países más desarrollados y de superficie comparable con la española, Alemania tenía 10.800 y Francia, 6.800. En el 2008, las autopistas de peaje españolas habían crecido hasta los 13.500 kilómetros, ¡mil más que Alemania! (que tiene el doble de población) y 2.500 más que Francia. Unos campeones.
¿Por qué hicimos tantas autopistas? Preguntémonos, como ha de hacer el fiscal, cui prodest, ¿a quién benefició? Está claro que no a los usuarios de las autopistas en quiebra, que o no los había o no las utilizaban. Y seguramente sí a los constructores-concesionarios, que en el caso español tienen un seguro público para el caso de que el peaje no les resulte rentable. Ahora lo están reclamando, y nos costará unos 2.400 millones de euros. Estos son los costes del liberalismo cuando no se cree en él y solo se usa de camuflaje para gobernar, sin que se note, a favor de los amigos.
En 1990, España contaba con 4.700 kilómetros de autopistas. Entre los países más desarrollados y de superficie comparable con la española, Alemania tenía 10.800 y Francia, 6.800. En el 2008, las autopistas de peaje españolas habían crecido hasta los 13.500 kilómetros, ¡mil más que Alemania! (que tiene el doble de población) y 2.500 más que Francia. Unos campeones.
¿Por qué hicimos tantas autopistas? Preguntémonos, como ha de hacer el fiscal, cui prodest, ¿a quién benefició? Está claro que no a los usuarios de las autopistas en quiebra, que o no los había o no las utilizaban. Y seguramente sí a los constructores-concesionarios, que en el caso español tienen un seguro público para el caso de que el peaje no les resulte rentable. Ahora lo están reclamando, y nos costará unos 2.400 millones de euros. Estos son los costes del liberalismo cuando no se cree en él y solo se usa de camuflaje para gobernar, sin que se note, a favor de los amigos.
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