La Costa da Morte es el segundo destino favorito de los que eligen Galicia para disfrutar de sus vacaciones. Una comarca con unos paisajes, fiestas y gastronomía únicos, que son el reclamo de miles y miles de turistas. Sin embargo, y pese a las buenas intenciones de siempre, las carreteras de la zona continúan siendo un lastre para la promoción de la zona.
Viajar por la AC-552 (A Coruña-Cee) o la DP-1914 (Carballo-Santiago) continúa siendo una actividad de riesgo. El goteo incesante de accidentes de tráfico, por desgracia, sigue y en muchos de ellos, con víctimas mortales. Es cierto, que en algunos casos las imprudencias han sido un elemento clave, pero no es menos cierto que el estado de las carreteras en algunos tramos viarios dejan mucho que desear en pleno siglo XXI. Lo del tramo de O Carrizal, entre el punto kilométrico el 39,5 y el 43, es digno de análisis. Más de 80 accidentes graves desde el año 2000. Y muchos de ellos no solo pueden ser achacables a las condiciones climatológicas o que al conductor de turno le guste pisar el acelerador. El asfalto requiere de una actuación urgente. Y no solo lo dicen los propios usuarios de esta vía, los equipos de emergencias que se desplazan cuando hay un accidente lo corroboran una y otra vez. El firme desde la subida de O Carrizal hasta Agualada es un desastre. Los parches, pero esta vía principal precisa de una actuación integral.
Pero la AC-552 no es la única que está el ojo del huracán. La que enlaza Carballo con Portomouro y Santiago tampoco está para echar cohetes. Pese a la presencia de radares y controles policiales, sigue siendo un vial que acumula víctimas mortales. En concreto 18, entre los tramos de Ardaña y Entrecruces y en apenas 15 años y medio. Y eso que hubo unas mejoras pero las rectas de Ardaña y Rus precisan algo más que vigilancia y puestos preventivos.
¿Y qué decir de la AG-55? La autopista que une A Coruña con Carballo es un peligro en sí mismo para la circulación. En su día fue catalogada por Bruselas como una de las vías de pago más peligrosas de toda la Unión Europea. El radar de tramo (de 3,1 kilómetros) situado entre el peaje de Paiosaco y el viaducto de Loureda (dirección A Coruña) solo supone un freno al peligro de un firme en el que en algunos tramos es complicado mantener la trazada por el deficiente estado del aglomerado, sobre todo cuando llueve o graniza. Para colmo, los baños de los peajes no están a disposición de los usuarios y los cortes para hacer los accesos a Punta Langosteira han sido continuados, al igual que las retenciones. Eso sí, la concesionaria cobra el peaje religiosamente. Porque la otra alternativa, la AC-552, tampoco está como para echar cohetes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario