El hecho de vivir en el sur y, más exactamente, al sur del sur, en una provincia tan castigada por el desempleo como por las estadísticas -pese a nuestras mejores postales y mejor humor-, tan a boca llena de oportunidades como de fracasos indigestos, tan joven promesa como veterana en frustraciones; aquí, repito, en nuestro sur del sur, donde hemos asumido toda esa histórica ambivalencia como un vaivén vital inevitable, hay ocasiones en las que resulta oportuno refugiarse en versos como los de Mario Benedetti, o inspirarse en ellos, porque una cosa es este vaivén de siglos, con sus cuentas pendientes y sus pendientes en contra, y otra que vengan a mecernos con las nanas de la media urna y a apaciguar tormentas con augurios de buen tiempo bajo el paraguas de la Junta o el Estado, siempre a conveniencia.
Escribió don Mario: “...pero aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe”.
Benedetti, es cierto, se refería al hemisferio sur, a América Latina, al tercer mundo, pero con conciencia humanista, aliado con las causas justas, con los pueblos nobles y sus nobles gentes, las que no tienen títulos, pero sí verdades enraizadas, y es ahí donde toca levantar la mano, pedir y tomar la palabra, para que no se omita el recuerdo ni tampoco nos tomen por tontos, algo que deberían tener más en cuenta los de la mal llamada “casta” y, también, los renegados “populistas” -a este paso no descarto un orgasmo en directo de tan encantados que lucen en televisión, como Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally pero sin vis cómica-.
Aunque lo parezca, no pretendía desviarme del trayecto; de hecho, vamos rumbo a la capital hispalense, pago de peaje incluido, para reencontrarnos con una repetida promesa incumplida, compartida por gobiernos de uno y otro signo: el postergado desdoble de la N-IV entre las provincias de Cádiz y Sevilla, la única de las seis carreteras nacionales que el Gobierno central decidió no convertir en autovía hasta su destino final -el sur, al parecer, acababa en Dos Hermanas-.
Resulta inconcebible a estas alturas que una provincia tan necesitada de impulsos para su desarrollo económico siga maniatada en materia de comunicaciones por carretera al carecer de una vía rápida que nos conecte con Sevilla sin necesidad de tener que pasar por caja. Resulta inconcebible, además, en una provincia que es puerto de entrada de mercancías y de tránsito inevitable hacia el resto de España, hasta el punto de haber convertido esta máxima en uno de los ejes de la Plataforma Logística del Sur.
Y ese peaje no sólo condiciona a los grandes transportistas, sino también a particulares, autónomos y pymes, a riesgo de optar por una N-IV donde más de uno de ustedes, incluido yo mismo, habrán perdido a un conocido.
Para solucionar el problema no hacían falta expertos en física cuántica, tan solo voluntad política para acometer una de las dos opciones posibles: poner fin al peaje o ejecutar el desdoble de la N-IV. No parece que lo primero haya entrado hasta ahora en los planes. Lo segundo siempre ha estado presente, pero cuando había dinero hubo otras prioridades y cuando el desdoble ha sido la prioridad era el dinero lo que faltaba. Al menos, de momento, no se ha caído en la ingenuidad -o la contradicción- de construir la autovía y después indemnizar a la concesionaria de la autopista, como hicimos -mejor dicho, nos hicieron- en nuestra provincia después de conectar Jerez con la Bahía con la nueva autovía: a la inversión de la obra sumaron 72 millones de euros para eliminar el peaje entre Jerez y Cádiz.
Ahora, el Ministerio de Fomento, ante la interesada insistencia -no la nuestra, sino la de aquéllos que se someterán a las urnas- de que el sur también existe, ha anunciado, por fin, el desdoble de la N-IV, bonificaciones para la autopista y el fin del peaje en 2019, que, en el fondo, alienta cierto déjà vu, cuando no la incredulidad a la vista de que no hay nada como perder el sentido común.
¿Qué necesidad hay de invertir en una carretera que no estará terminada en 2019, fecha en la que la autopista quedará libre de peaje? Para completar la cadena de ADN de un dinosaurio hacen falta menos fragmentos que los necesarios para entender las claves de esta nueva promesa, ya que me niego a pensar que nadie en Madrid haya caído en la misma cuenta.
Escribió don Mario: “...pero aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe”.
Benedetti, es cierto, se refería al hemisferio sur, a América Latina, al tercer mundo, pero con conciencia humanista, aliado con las causas justas, con los pueblos nobles y sus nobles gentes, las que no tienen títulos, pero sí verdades enraizadas, y es ahí donde toca levantar la mano, pedir y tomar la palabra, para que no se omita el recuerdo ni tampoco nos tomen por tontos, algo que deberían tener más en cuenta los de la mal llamada “casta” y, también, los renegados “populistas” -a este paso no descarto un orgasmo en directo de tan encantados que lucen en televisión, como Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally pero sin vis cómica-.
Aunque lo parezca, no pretendía desviarme del trayecto; de hecho, vamos rumbo a la capital hispalense, pago de peaje incluido, para reencontrarnos con una repetida promesa incumplida, compartida por gobiernos de uno y otro signo: el postergado desdoble de la N-IV entre las provincias de Cádiz y Sevilla, la única de las seis carreteras nacionales que el Gobierno central decidió no convertir en autovía hasta su destino final -el sur, al parecer, acababa en Dos Hermanas-.
Resulta inconcebible a estas alturas que una provincia tan necesitada de impulsos para su desarrollo económico siga maniatada en materia de comunicaciones por carretera al carecer de una vía rápida que nos conecte con Sevilla sin necesidad de tener que pasar por caja. Resulta inconcebible, además, en una provincia que es puerto de entrada de mercancías y de tránsito inevitable hacia el resto de España, hasta el punto de haber convertido esta máxima en uno de los ejes de la Plataforma Logística del Sur.
Y ese peaje no sólo condiciona a los grandes transportistas, sino también a particulares, autónomos y pymes, a riesgo de optar por una N-IV donde más de uno de ustedes, incluido yo mismo, habrán perdido a un conocido.
Para solucionar el problema no hacían falta expertos en física cuántica, tan solo voluntad política para acometer una de las dos opciones posibles: poner fin al peaje o ejecutar el desdoble de la N-IV. No parece que lo primero haya entrado hasta ahora en los planes. Lo segundo siempre ha estado presente, pero cuando había dinero hubo otras prioridades y cuando el desdoble ha sido la prioridad era el dinero lo que faltaba. Al menos, de momento, no se ha caído en la ingenuidad -o la contradicción- de construir la autovía y después indemnizar a la concesionaria de la autopista, como hicimos -mejor dicho, nos hicieron- en nuestra provincia después de conectar Jerez con la Bahía con la nueva autovía: a la inversión de la obra sumaron 72 millones de euros para eliminar el peaje entre Jerez y Cádiz.
Ahora, el Ministerio de Fomento, ante la interesada insistencia -no la nuestra, sino la de aquéllos que se someterán a las urnas- de que el sur también existe, ha anunciado, por fin, el desdoble de la N-IV, bonificaciones para la autopista y el fin del peaje en 2019, que, en el fondo, alienta cierto déjà vu, cuando no la incredulidad a la vista de que no hay nada como perder el sentido común.
¿Qué necesidad hay de invertir en una carretera que no estará terminada en 2019, fecha en la que la autopista quedará libre de peaje? Para completar la cadena de ADN de un dinosaurio hacen falta menos fragmentos que los necesarios para entender las claves de esta nueva promesa, ya que me niego a pensar que nadie en Madrid haya caído en la misma cuenta.
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