Las autopistas nacieron, en su concepción primigenia, para mejorar las comunicaciones viarias. Y los peajes que se pagan por circular por ellas, para sufragar parte del coste de su construcción y su mantenimiento.
Así ha sido y sigue siendo. En León, las dos autopistas, la de Astorga y la de Asturias, están viendo cómo se desploma el número de vehículos que por ellas circulan a diario. Bien es cierto que en el caso de la León-Astorga nunca ha sido la primera opción de los conductores a la hora de viajar de un punto a otro.
Situación distinta es la de la AP-66, que siempre fue la ruta tomada por los conductores, sobre todo aquellos que venían de Madrid. Hasta ahora. La crisis hace mella en el bolsillo de los ciudadanos y son muchos los que deciden ir a Asturias por la Nacional N-630, antes que pagar los 12,80 euros que cuesta el peaje para los automóviles y hasta 20,85 para los vehículos pesados.
Los tiempos no están para gastos que se pueden evitar y, por esta razón, aquellos que deciden viajar al Principado, de un tiempo a esta parte, optan por no pagar el peaje. Y está claro que la razón no es otra que el elevado precio del mismo.
Un coste que en el caso de la León-Asturias es mucho más injustificado, porque esta autopista está ya suficientemente amortizada, pero que año tras año incrementa sus precios por encima incluso del IPC. Y mientras el Gobierno, no sólo no lo frena sino que inyecta dinero a las concesionarias.
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