El Gobierno dice que no se de vacaciones en agosto, al igual que
muchísimos españoles (uno
de cada cuatro, según encuestas) tampoco, o bien saldrán pocos días y gastando lo mínimo.
Y es que el país no está como para
vacaciones. Una larga recesión
(o crisis, como quieran llamarlo) que se va a alargar según los
economistas hasta como mínimo el 2014,
cifras récord de paro, altos niveles
impositivos y, sobre todo, falta
de confianza en la clase dirigente, en las instituciones, en Europa y en el
futuro están cada día hundiendo un poquito más a las clases media y baja
de este país, clases que están soportando el peso de los errores cometidos por
otros. Y lo peor llegará en septiembre.
Pero ya vamos
teniendo aperitivos de lo que se nos acerca. Sin ir más lejos, muchos ya han
notado la subida de los precios de los carburantes y de los precios de los
peajes.
Por un lado
el precio de los peajes que dependen del estado se han encarecido en un 7’5%
tras suprimirse la compensación que el gobierno aportaba a las empresas
concesionarias y que, por supuesto, repercutirá en el cliente final. Pero lo
peor vendrá en septiembre con la subida del IVA, que provocará otro aumento de
precio, ya que se pasará del 8 al 10%.
Y por otro
lado, los precios de la
gasolina y el gasóleo que han registrado subidas del 1,9% y del 2,9%,
respectivamente, en la última semana y vuelven a situarse cerca de sus máximos
históricos. La subida se produce justo antes del inicio de las vacaciones de
agosto, cuando mayor volumen de coches se mueve en este país. El litro de
gasolina cuesta en la actualidad 1,43 euros y acumula un encarecimiento del
5,3% desde enero, así como del 9,5% con respecto a la misma semana del año
pasado y el precio del gasóleo alcanza los 1,378 euros el litro y es un 3,6%
superior al marcado en enero. Este combustible, consumido por cerca del 80% del
parque automovilístico español, cuesta además un 7,4% más que en la misma
semana de julio de 2011.
Con este
panorama, agosto va a ser un mes complicado para las economías
familiares y las pequeñas y medianas empresas, pero lo peor llegará en septiembre.
Todo esto
podría amortiguarse si el estado hubiera invertido en los años de bonanza en
transporte colectivo de calidad (plataformas para autobuses, tren de cercanías
a lugares donde sí tienen demanda, paradas de metro a zonas con alta densidad
de población y no a barrios donde prima más el acto electoralista), pero se
prefirió apostar por el desarrollo de una densa red viaria que ahora se quedará
vacía y por la que habrá, además, que pagar por ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario