A ver si lo entiendo. Las autopistas de peaje a Madrid, que circulan paralelas a las autopistas y autovías gratuitas de entrada a la capital, están prácticamente en quiebra. ¿El motivo? No hay "cultura del peaje". La gente prefiere el embotellamiento al pago, de tal modo que las empresas afectadas presentan un agujero descomunal. Así, como el que no quiere la cosa, el Gobierno socialista adelantó 200 millones hace un año y ahora el Ejecutivo popular podría repetir cataplasma millonaria, antes no encuentre quien las rescate. Al parecer, el Gobierno de Mariano Rajoy habría propuesto a la catalana Abertis que se quede con las autopistas ruinosas a cambio de alargar las concesiones de las autopistas de pago catalanas. Como escribía Iu Forn en su columna del Ara, "se trata de que los catalanes tengan el privilegio de pagar durante unos cuantos años más, mientras que el resto de los españoles habrán de ser ciudadanos de segunda circulando gratis total".
Ana Pastor ha heredado un estropicio impulsado por Arias Salgado y Álvarez Cascos, ministros de Fomento con Aznar. La nueva titular de Fomento se ha encontrado una patata caliente, pero no deja de ser curioso que unas infraestructuras ruinosas, resultado de un fiasco financiero de la Administración y de las empresas concesionarias, hayamos de pagarlas dos veces los contribuyentes, ya a sea con nuestros impuestos actuales, ya sea con peajes futuros. No se entiende que los ciudadanos debamos convertirnos en paganos de los errores ajenos y que a los insensatos que las diseñaron (las radiales son demasiado cortas y no ahorran atascos) les salgan gratis sus decisiones irresponsables.
Hasta nueve autopistas se encuentran en la antesala del concurso de acreedores, como consecuencia del sobrecoste de las expropiaciones y la caída de los tráficos por la crisis. Las concesionarias de estas vías, entre las que están el eje aeroportuario de Barajas y la de Madrid a Toledo, suman un pasivo de casi 4.000 millones, sin que se entienda qué plan de negocio llevaron a cabo en su día. En cualquier caso, Fomento está dispuesto a nacionalizar las autopistas mientras no halla la solución definitiva, aunque su titular ha dicho que cambiará la legislación para determinar la asunción de riesgos de las infraestructuras, lo que es una manera de reconocer que hasta ahora no se han hecho bien las cosas.
País raro España donde a un ministro se le ocurre hacer una autovía gratuita al lado de una autopista de pago, y entonces, cuando no circula nadie, se nacionaliza. El Gobierno del PP anuncia que va a crear, de momento, una empresa estatal de autopistas, cuando había anunciado que suprimiría compañías públicas. Al menos, hasta que la catalana Abertis salga al rescate de semejante buñuelo. Buñuelo pesado e indigesto, no como los ligeros de viento que nos endulzan la Cuaresma en Cataluña.
Ana Pastor ha heredado un estropicio impulsado por Arias Salgado y Álvarez Cascos, ministros de Fomento con Aznar. La nueva titular de Fomento se ha encontrado una patata caliente, pero no deja de ser curioso que unas infraestructuras ruinosas, resultado de un fiasco financiero de la Administración y de las empresas concesionarias, hayamos de pagarlas dos veces los contribuyentes, ya a sea con nuestros impuestos actuales, ya sea con peajes futuros. No se entiende que los ciudadanos debamos convertirnos en paganos de los errores ajenos y que a los insensatos que las diseñaron (las radiales son demasiado cortas y no ahorran atascos) les salgan gratis sus decisiones irresponsables.
Hasta nueve autopistas se encuentran en la antesala del concurso de acreedores, como consecuencia del sobrecoste de las expropiaciones y la caída de los tráficos por la crisis. Las concesionarias de estas vías, entre las que están el eje aeroportuario de Barajas y la de Madrid a Toledo, suman un pasivo de casi 4.000 millones, sin que se entienda qué plan de negocio llevaron a cabo en su día. En cualquier caso, Fomento está dispuesto a nacionalizar las autopistas mientras no halla la solución definitiva, aunque su titular ha dicho que cambiará la legislación para determinar la asunción de riesgos de las infraestructuras, lo que es una manera de reconocer que hasta ahora no se han hecho bien las cosas.
País raro España donde a un ministro se le ocurre hacer una autovía gratuita al lado de una autopista de pago, y entonces, cuando no circula nadie, se nacionaliza. El Gobierno del PP anuncia que va a crear, de momento, una empresa estatal de autopistas, cuando había anunciado que suprimiría compañías públicas. Al menos, hasta que la catalana Abertis salga al rescate de semejante buñuelo. Buñuelo pesado e indigesto, no como los ligeros de viento que nos endulzan la Cuaresma en Cataluña.
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