martes, 7 de agosto de 2012

Seguimos tropenzando en el mismo ladrillo

En España parece ser que se sigue prefiriendo la “sostenibilidad” del ladrillo (otra vez la misma piedra) a la de la economía del conocimiento, que nos sobra. Tenemos unos gestores incapaces de valorizar nuestros mejores recursos: por una parte, en lo social, España posee una enseñanza universitaria tan generalista que somos capaces de especializarnos rápidamente, a lo que acompaña el talento que rezuma una juventud sobrepreparada. Por otro lado, sobre el terreno, contamos unos paisajes cambiantes e incomparables, y 300 horas de sol en el sur.
Por desgracia, en este país el medio ambiente y los derechos ciudadanos se supeditan a la economía. Poner chiringuitos o casinos está por encima del litoral, por el sacrosanto principio de la creación de empleo. El problema radica en que estamos lastrados por la visión ultracortoplacista de nuestros gestores, que no ven más allá de los 4 años de legislatura y buscan planificaciones acordes a su “ciclo de vida”. Nada de medio o largo plazo que genere más beneficio aunque mi color político no vaya a verlo, y sea otro el que se apunte el tanto. Eso en España nos da pavor, porque seguimos viendo el mundo en blanco y negro.
De hecho, desde todas las administraciones se esgrime el argumento de que una de las mayores industrias que tiene España es el turismo, cuando precisamente la burbuja inmobiliaria ha provocado una caída en la percepción de la calidad del mismo. Los turistas que lo valoran han tenido que convivir a diario con obras, atascos y despersonalización cultural.

El caso de la Marina de Cabo Cope

Pero viajemos al año 2001, cuando la Asamblea Regional de Murcia aprueba la polémica ley 1/2001 de Suelo (ya derogada). En su disposición adicional octava, venía a decir que los espacios naturales protegidos debían circunscribirse al área de los LIC, dejando sin protección más de 15.000 hectáreas en toda la región, fundamentalmente de zonas tampón en estos espacios.
El Parque Regional de Cabo Cope y Puntas Calnegre, considerado el último reducto de costa virgen de la región de Murcia, es una zona protegida situada entre los municipios de Lorca y Águilas.
Con la aprobación de la Ley anteriormente mencionada, el Parque vio de repente reducido su tamaño en un 64%: 1.600 hectáreas menos, de las que 700 son hábitat de interés comunitario y en las que el gobierno murciano ha aprobado una Actuación de Interés Regional (básicamente un PGOU pero con una EIA muy light) para la construcción de 20.000 plazas turísticas, 5 campos de golf y una marina interior para 2.000 embarcaciones.
Que haya sido denunciado ante el Tribunal Constitucional por esa desprotección de hábitats no ha supuesto ningún freno para la comunidad de Murcia, que el pasado mayo finalizó el larguísimo trámite (de una década) desde que se aprobó el proyecto. Ya veremos cómo evoluciona, porque en una región con más de 25.000 viviendas de nueva construcción sin vender, no creo que los promotores estén por la labor de aceptar esta nueva incorporación.

La autopista Alicante-Vera, un daño indirecto

Otro caso llamativo es el de las carreteras. De las autopistas de peaje construidas en los últimos años y que han demostrado ser deficitarias, al menos una de ellas fue construida al calor de la burbuja inmobiliaria: la Alicante-Vera. Fue la última obra aprobada en un Consejo de Ministros de Aznar, con el fin de dotar de infraestructura a los desarrollos planificados por las administraciones. Actualmente, necesitaría casi 700 años en ser amortizada porque tiene una ocupación que no llega al 25% de la prevista. Cinco de sus salidas conducen a campos de cultivo donde iban a desarrollarse urbanizaciones.

Valdevaqueros: los últimos en subirse al carro

También en Andalucía, el ayuntamiento de Tarifa se apunta a crear un PGOU para un espacio natural: las dunas de Valdevaqueros. Esta zona, además de poseer un valor de existencia inherente a cualquier espacio natural, tiene un gran valor de uso, generado por la cantidad de practicantes de deportes de viento (surf y kitesurf) que tienen allí uno de los mejores lugares para realizarlos. Además, se trata de un proyecto que se inició en los años 90 y ahora ha sido rescatado, por lo que cualquier evaluación inicial, aunque legal, no resulta de utilidad debido a los cambios en la comarca. Un claro ejemplo es la aparición de dos espacios naturales protegidos colindando la zona.

En conclusión, debido a la burbuja inmobiliaria tenemos una costa de peor calidad, tanto para el turista como para el residente en la misma. Haciendo caso omiso a las observaciones de los paisajistas, que recomiendan un gran polo de atracción turística cada 20 km de costa, hemos creado un amplio malecón interminable de casas que ya no resulta atractivo al veraneante que busca la tranquilidad, y además hemos agotado rápidamente el recurso suelo, la mayor fuente de ingresos de las administraciones locales. Hemos matado a la gallina de los huevos de oro a base de exigirle más huevos.

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