viernes, 11 de julio de 2014

Fomento y Hacienda pugnan por el rescate a las autopistas de peaje

¿Prisa o pausa? El Gobierno no termina de tener claro qué estrategia debe seguir respecto al largo conflicto de las autopistas de peaje en quiebra, al que parecía verse ya la salida a finales de marzo tras la propuesta del Ministerio de Fomento. Su plan pasaba por asumir la deuda de una decena de ellas que están a concurso de acreedores o a punto de entrar en ese proceso a cambio, eso sí, de que asumieran una quita del 50% que afectaría a todas las partes implicadas: bancos, accionistas y las propias constructoras, que, en algunos casos, son a su vez socias de las concesionarias.

Desde entonces los avances han sido prácticamente nulos. Los obstáculos son los mismos que había. De un lado, los acreedores quieren una mayor compensación por tan elevada quita -cuyo porcentaje se antoja inamovible- y, de otro, todo el proyecto puede acabar cayendo como un castillo de naipes ante un posible veto desde Bruselas.

Esto último es lo que más temen en el Ejecutivo. A principios de semana, el secretario de Estado de Infraestructuras, Rafael Catalá, admitía lo serio de esa problemática. «Bruselas entiende que no se puede generalizar una quita del 50% para todos los acreedores cuando la situación de cada autopista y de las propias sociedades a las que debe dinero es distinta». Es la misma tesis que defienden los actores implicados más críticos con el plan de rescate, sobre todo algunos bancos extranjeros -que, en conjunto, controla el 40% de la deuda- como el portugués BES (al que se adeudan 155 millones) o la holandesa ING (108 millones), y a la que se ha sumado ocasionalmente alguna entidad española como el BBVA (135 millones).

La diferencia es que mientras en Fomento apuestan por mejorar las condiciones ofrecidas a los acreedores, al entender que eso podría coadyuvar a obtener el visto bueno necesario de la Comisión Europea, en Hacienda no tienen nada claro que esa sea la solución. En el departamento que dirige Cristóbal Montoro algunos creen incluso que en su día la ministra Ana Pastor se apresuró a dar casi por hecho un pacto que tenía flecos importantes por cerrar.

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