miércoles, 10 de octubre de 2012

Fomento pide a las autopistas que aguanten mientras llega el 'salvavidas'

Un alto representante de Fomento como es el secretario general de Infraestructuras, Gonzalo Ferre, trató ayer de calmar las aguas en el sector de las infraestructuras. El Gobierno está ultimando un plan de inversión a 12 años vista para el que pide la colaboración del sector privado, pero al mismo tiempo se muestra incapaz de solucionar la crisis que atraviesan las autopistas, activo en concesión por excelencia. El resultado es una profunda grieta que separa a bancos y constructoras de la Administración. Y es ahí, en pedir paciencia y generar confianza, donde Ferre incidió ayer durante su comparecencia en la Comisión de Fomento en el Congreso de los Diputados.
Primero fue el reconocimiento de la culpa. El ministerio afirma que las medidas articuladas para equilibrar las cuentas de las concesionarias, como son los créditos participativos y las cuentas de compensación, se han mostrado insuficientes. Un acto con el que el Gobierno hace suya la opinión del sector.
Segundo, propósito de enmienda. Ferre aseguró que su departamento busca otras soluciones para salvar a las autopistas ante la caída de tráfico. Una declaración que vuelve a abrir margen a las especulaciones. Fuentes del sector destacan que la solución pasa por fomentar las fusiones entre las concesionarias en buen estado y las que pasan un momento crítico a cambio de extensiones de plazo de explotación para las primeras. En segundo lugar se habla de la necesidad de que sean nacionalizadas determinadas autopistas (M-12 y AP-41, principalmente). Y también se reclama la tarificación de las autovías como elemento para hacer competitivo el pago por uso en las autopistas. De momento, Fomento no ha dado pistas.
De la decena de concesionarias con problemas de viabilidad cuatro han tomado ya la vía del concurso de acreedores: las radiales 3 y 5 de Madrid, la radial 4, la AP-41 (Madrid-Toledo) y Aucosta (Cartagena-Vera). Una posible liquidación de las sociedades haría que el Gobierno se enfrentara a la Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA), quedando como acreedor ante la banca que financió la construcción de estas infraestructuras. La cifra supera los 3.800 millones, al margen de lo que se debe a los dueños de los terrenos expropiados por los que discurren hoy esas autopistas. Ante esta amenaza, Fomento ha decidido que los préstamos participativos que vaya desembolsando para que las concesionarias aborden el pago de las expropiaciones contabilicen a cuenta de la RPA.

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