miércoles, 27 de junio de 2012

¿Seguimos quejándonos o avanzamos?


Esto es una tomadura de pelo. ¡Si! ¡Así de contundente y de claro! Y es que no sólo no se deja caer a los bancos que son los que nos han traído hasta esta situación de recortes de servicios públicos y subidas generalizadas de tasas e impuestos, sino que tampoco a las concesionarias de infraestructuras privadas.
Porque no olvidemos que en épocas de vacas gordas, los beneficios se reparten solidariamente entre los accionistas, pero en épocas de vacas flacas, vacas huesudas o vacas al borde de la inanición, las pérdidas se reparten solidariamente entre todos, accionistas y no accionistas. Una filosofía bastante ventajosa ¿no? Si gano, todo para mí, si pierdo, a repartir entre todos.
¿Quién tiene la culpa de esto? Podríamos apuntar directamente a Áznar con aquella mítica frase durante la inauguración de la primera Radial, la R-2, anunciaba como un nuevo mesías que España con este tipo de infraestructuras ya no era un país viejo y atrasado que no dejaba de quejarse y que pasaba por la puerta grande a ser un país moderno y próspero.
O podríamos apuntar a Rodríguez Zapatero que durante dos legislaturas no sólo no movió ni un dedo para adelantarse a lo que se le venía encima sino que abrió el cajón para cubrir las deudas de las concesionarias de las autopistas.
Quizás la culpa sea de los consejeros de las grandes constructoras que confiaron en que el crédito fácil iba a mantener siempre a la gallina de los ladrillos de oro siempre en alza y que, con la construcción y explotación de las autopistas iban a ganar dinero indefinidamente.
Quizás la culpa es nuestra por ser egoístas, avaros y tacaños y preferir las autovías que ya pagamos con nuestros impuestos a las autopistas de peaje. No sé, quizás sí, sea nuestra culpa por “haber y conducido por encima de nuestras posibilidades” o quizás por callarnos y no haber respondido rotundamente con un ¡No! al derroche político.
Sea de quien sea la culpa, lo que hay que hacer es mirar hacia delante, y acabar tanto con los créditos, préstamos o como diablos les llamen a las concesionarias, por mucho que el estado sea responsable subsidiario de dichas infraestructuras y, sobre todo, con los nuevos proyectos faraónicos de otros políticos que quieren emular a los que diseñaron en Moncloa la actual situación económica y social.

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