martes, 26 de junio de 2012

Otra modalidad de rescate a los bancos: las concesiones

Entre las razones de los partidiarios del sistema concesional están las siguientes: recursos públicos limitados, limitadas posibilidades de endeudamiento de la administración y que el riesgo y ventura de la concesión recaía sobre el concesionario y no sobre el promotor, en este caso la administración. El único trabajo serio sobre las ventajas del sistema concesional en la construcción y explotación de infraestructuras de transporte es la tesis doctoral de Julián Sastre. En ella se llega a la conclusión de que las vías construidas bajo régimen de concesión salen, en última estancia, un 20% más caras al contribuyente, que es quien termina pagándolas. Pese a ello, los acólitos de estas prácticas esgrimen todo tipo de argumentos cualitativos como los ya señalados para que sigamos considerando su conveniencia.


La realidad la podemos leer estos días en la prensa. Algunas concesionarias han incurrido en un agujero de 3.800 millones de euros. Recaudan al año 49,5 millones de euros, cifra que no cubre ni los intereses de la deuda que solicitaron a la banca para poder hacer frente a la construcción de las autopistas. El argumento de las concesionarias y de los defensores de las fórmulas concesionarias para explicar este fenómeno es que se producen sobrecostes en la construcción, en la explotación, en las expropiaciones y que las estimaciones de tráfico fallaron. En resúmen, todos los aspectos que constituyen el riesgo de este tipo de proyectos. Ahora que las cosas fallan, miran al gobierno pidiendo ser rescatadas, algo tan de moda en estos tiempos que corren.
Quizás por eso, por los tiempos que corren, sea más sangrante la situación. Podríamos repasar los beneficios de nuestro sistema concesional: ha permitido que tuviéramos unas infraestructuras a pesar de que no tuviéramos los fondos para ellas. No debíamos preocuparnos, la inversión privada podía encontrar el dinero allí donde el Estado no y, además, sin recaer en déficit público. El único problema es que cuando piden ser rescatadas se rompen todas esas ventajas cualitativas:
  • No se cumple la condicion de riesgo y ventura del concesionario: el concesionario, finalmente, sabe que papa Estado no dejará caer a sus grandes constructoras y bancos porque son el motor de la economía. Esto hace que quizás la posibilida de negocio que vieron las empresas no fuera la viabilidad de estas vía. Recordemos que hablamos del país con más kilómetros de vías de alta capacidad de Europa, donde la mayor parte de la red esta muy por debajo de la capacidad. Quizás el negocio era solo construir, fuera necesario o no. No vean teoría de la conspiración aquí: las cifras de demanda dicen lo que todo estudio de tráfico serio debería haber dicho. En ese sentido, cabe preguntarse las salidas que quedan: o bien renunciar al rescate y que, por una vez, no paguen los ciudadanos el plato; o bien, dedicarnos a subvencionar directamente a concesionarias, constructoras y bancos. Si seguimos eligiendo esta segunda opción sería conveniente evitar el paso intermedio de construir grandes infraestructuras, evitando, también de paso, el impacto ambiental, económico y social de las mismas.
  • Qué decir de la ventaja de que esta fórmula de inversión no supone deuda pública. Ahora vemos que eso es falso. Justo cuando más sensibles somos a generar la misma y más se necesita destinarla a otro tipo de políticas activas. Lo preocupante es que la lógica de que el sistema concesional permitía construir sin dinero público y sin generar deuda llevó a nuestros políticos, bien estimulados por bancos y constructoras, a emprender grandes proyectos sin ninguna restricción presupuestaria. La consecuencia no es solo que debamos pagar los platos rotos, es que se ha restado toda capacidad de actuación al futuro, ya que ahora debemos hacer frente a los intereses de la deuda estatal y rescatar bancos y concesionarias. Además de pagar el gasto comprometido por la otra gran fórmula de financiación de infraestructuras usada en estos años: la financiación indirecta de fondos finales presupuestarios con aplazamiento de pago, los llamados peajes en sombra y el método alemán. En definitiva, construir y recabar votos ahora, con el dinero público o privado del futuro y bajo la promesa de unos beneficios también del futuro, o no.

Estamos acostumbrados a rescatar a bancos, rescatar concesionarias y constructoras no sería un mayor problema. Es más, si no queremos dejar caer a los primeros hay que rescatar obligatoriamente a los segundos. Esto genera un pequeño problema de gobernabilidad con esa ciudadanía que no entiende porqué se la deja caer día a día sin más. Lo importante, al menos, es que sacaramos algunas conclusiones al respecto, al menos aquellos ideólogos que nos dijeron que todo ese afán constructivo y el buen hacer de la iniciativa privada permitía hacer más con menos y crecer por encima de nuestras posibilidades. No olvidemos que al final no estamos sino ante otro mecanismo más de financiarización. Vender futuros intangibles e inexistentes, los cuales en la crisis, que actúa como mecanismo de reajuste, acaban materializándose como pérdidas colectivas. Quizás, lo de que las infraestructuras fueran necesarias o utilizadas era lo de menos.


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