sábado, 23 de febrero de 2013

¡Toma democracia!

Esta semana hemos podido contemplar el despreciable espectáculo del mal llamado "Debate del estado de la Nación", en la que se ha vuelto a confirmar que no hace falta un debate para aclarar en qué estado se encuentra la nación, porque está no es que se encuentre moribunda o en coma, es que está muerta.
El enfrentamiento dialéctico entre dos muertos vivientes como Rajoy y Rubalcaba tan sólo me ha parecido más repugnante que un maratón de cine de serie Z.
Respondía el cadáver de Rajoy lo siguiente a la acusación de que está destruyendo el estado de bienestar y los servicios públicos del país: "No deja de tener su gracia que ustedes que están aquí, puedan dar su opinión, organicen esas mareas y esas manifestaciones y luego nos digan que ustedes mismos se manifiestan contra nosotros. ¡Venga ya!, ¡toma democracia!"

No es que aquí me ponga a entrar en debates de acusaciones y con el "Y tú más". Tengo mejores cosas de las que ocuparme, tan sólo aclarar al Sr. Rajoy que las manifestaciones, como las iniciativas populares, así como la huelga son tan válidas para expresar el sentimiento democrático ciudadano como lo de ir una vez cada cuatro años a las urnas a votar, que parece que es lo único que tanto a Ud. como al líder de la oposición les interesa.

Pero, volviendo a lo que quería comentar, parece que al Sr. Rajoy, al igual que les ocurrió a sus anteriores sucesores en el cargo como Rodríguez Zapatero, Aznar o Felipe González, se le olvida un poco lo que quiere decir estado social y democrático de derecho; Gobernar no consiste en hacer lo que me da la gana, por que sí, porque me fuercen las circunstancias, saltándome a la torera un programa electoral que prometió cumplir al jurar su cargo de acuerdo a lo establecido en la constitución y la ley. Gobernar consiste en hacer lo que el ciudadano ha votado, y si no se puede, a dimitir y a celebrar de nuevo elecciones. Pero ¿eso les conviene? ¡Por supuesto que no!
Por eso, estamos los de siempre pagando los platos rotos de los que otros decidieron hacer, sin que nadie les haya preguntado. Pagando rescates bancarios y a autopistas que pocos pidieron (y en su mayoría fueron personas relacionadas con constructoras y que se llevaron un buen pellizco o algún que otro sobre). 
Pero en el debate del cadáver de la nación a nadie se le ocurrió preguntar al ciudadano, como de costumbre.

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