domingo, 19 de junio de 2016

Una autopista donde el gran lujo es lo que cuesta circular por ella



Quienes cogen la autopista, la AP-9, bien sea en la comarca de Pontevedra bien sea en la de Arousa lo hacen, a menudo, por una cuestión básica en estos mundos de prisas: reducir los tiempos de viaje. ¿Lo consiguen? Casi siempre sí. Hay que tener en cuenta que si uno se mete al infierno que es la N-550 de Pontevedra a Vigo tendrá que soportar tráfico y más tráfico y cascos urbanos donde se le agotará la paciencia. Incluso quienes van de Vilagarcía a Pontevedra, o viceversa, aunque tengan que ir a coger la vía de pago a Caldas, a menudo les compensará, porque la otra opción, la carretera P0-531, es un infierno de radares, señales que prohíben ir a más de 50 o 70 y circulación intensa. Dicho esto, reconociéndole a la AP-9 el mérito que tiene para acortar los tiempos, cabe examinar qué se encuentran los conductores a pie de vial.

El viaje empieza en Carracedo, en Caldas. Es necesario entrar ahí en la AP-9 para darse cuenta de una cuestión. Algo tan simple como una señal mal colocada supone un peligro importante. Resulta que el vial que luego da acceso a la autopista no es precisamente seguro. Tiene unas curvas de aúpa y, desafortunadamente, en él ya hubo accidentes graves. En esa calzada, cualquier desmán de un conductor es una temeridad. Por eso es incomprensible que el enlace con la AP-9 no se anuncie con antelación para que los pilotos vayan poniendo el intermitente. El indicativo está justo encima del cruce. Así que es habitual que quien lo coge por primera vez frene de golpe al verlo para no pasárselo.

Luego toca circular ya por la AP-9 en dirección Vigo. El firme, aparentemente, está en condiciones aceptables. Hay algún que otro parche, pero se cuentan con los dedos de la mano. Llama la atención, eso sí, que en algunos tramos no haya valla de acero a orillas del vial. En cuanto a los cierres perimetrales, esos que, por ejemplo, evitan que la fauna acabe sobre la calzada, también permanecen en buen estado. Además, en un día cualquiera como ayer o anteayer, uno podía tomar a operarios de mantenimiento en distintos puntos cortando vegetación o realizando otras obras. Eso, positivo por lo que representa para que la vía esté en óptimas condiciones, lógicamente, tiene repercusiones para el tráfico. Anteayer mismo, en las cercanías de Pontevedra, en algunos puntos solo se podía circular por un carril, con lo cual el tránsito era más lento de lo que cabría esperar. Pese a ello, por descontado, el precio del viaje era exactamente el mismo.

Luego están los peajes. En ellos, cada vez hay menos personal. Eso, por no hablar de que, de cuando en vez, se producen colas. También habría que hablar de otros servicios. ¿Dónde se puede repostar o tomar un café de noche? Las áreas de servicio de O Salnés y San Simón, ambas a pie de la autopista, cierran. Así que ni una ni la otra sirven. Quizá haya quien piense que eso, en realidad, sería un lujo que lo hubiese. ¿Pero acaso no es de lujo pagar 3,70 euros por ir de Pontevedra hasta Vigo?

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